22 de octubre de 2009



¡..Hoy soy feliz…, porque así lo decido…!
¡Ninguna cosa me provocó este estado…!:
ni la fortuna que viene y que se marcha…,
ni las personas que llegan a mi lado…

¡..Hoy soy feliz…, sin depender de nada…!
Sin importar si llueve…o hay sol pleno… ;
si la salud es buena…o está en baja…,
ni las idas y vueltas del dinero…

¡..Hoy soy feliz…, sin depender de nadie…!,
ni de amores…, ni amigos…, ni maestros… :
¡estoy conmigo…! y eso ya me alcanza
para llegar al centro de mi centro…

¡..Hoy soy feliz…! Solté las ataduras
de las creencias…, los miedos…, los apegos… :
¡hoy puedo ver las cosas tal cual son… :
llenas de magia y de misterio…!

Allí en el mundo…todo muta y cambia,
cual sombras chinas sobre algún tapiz…,
pero hoy ya nada puede descentrarme… :
¡hoy he elegido ser feliz…!


¡Si…, ya escucho los rezongos, camaradas de senda…! :

“¡¿Qué dice este hombre?!...¡¿Qué ¨elijo¨ ser feliz…y ya está…?!...

¡Claro! ¡A él no lo habrán echado del trabajo como a mí!

¡No le habrán diagnosticado artritis reumatoidea…!

¡No se estará divorciando…!

¡No le estarán por rematar la casa…!

¡Pero justamente de eso se trata, compañeros de viaje…!

¡De poder ser feliz…


AÚN atravesando cualquiera de esos duros momentos...!

¡Ser feliz…A PESAR de ellos…!

Encontrar dentro nuestro, ese núcleo de sereno equilibrio…, de calmada ecuanimidad…, que nos permita elevarnos por sobre las circunstancias de la vida, cualquiera que ellas sean…

Dejar de ser hojas a merced del viento…, siempre temerosos de que se transforme en un huracán devastador…, y siempre esperanzados en que se convierta en una brisa suave de aire fresco… ; ese viento que –según la dirección de la que provenga-, aprieta ¨nuestros botones¨ a su antojo : “¡entristecete!”… “¡alegrate!”… “¡deprimite!”… “¡enfurecete!”… “¡reí!”… “¡llorá!”… “¡sentí paz!”…

Cuando nos ubicamos ¨en el centro de nuestro centro¨ ,…


¡somos nosotros los que tomamos ¨el mando¨!

Si a través de la meditación, la intención, y la respiración, activamos el ADN en nuestras células, -y con él nuestra Divinidad y nuestra Maestría-, podemos llegar entonces a modificar el karma… y reescribir nuestra historia…

¡Y paradójicamente, al hacerlo, también nuestras circunstancias de vida se transforman…!: las enfermedades se curan…, las relaciones pasan a ser plenas y armónicas…, surge la abundancia…, y la paz florece en nuestro corazón…

Y además, fundamentalmente, podemos cumplir a cabalidad nuestro rol de trabajadores de la luz…

Porque somos nosotros, camaradas de ruta…, nosotros –los trabajadores de la luz a lo largo y a lo ancho del planeta-, los encargados de enraizar las energías superiores que están llegando a la Tierra…, y simultáneamente, de irradiarlas a nuestro alrededor…

¡Somos nosotros las anclas que arraigan la luz…, y a la vez los faros que la proyectan…!

¡Somos nosotros en quienes se referenciarán nuestros demás hermanos del camino, en esta época de grandes cambios que se avecinan…!

¡¿Vas a renunciar a tu rol...en medio de la tormenta...?




Vitaminas para el alma.

EL EXTRAÑO...




Unos cuantos años después de que yo nací, mi padre conoció a un extraño en nuestra pequeña población en Puerto Rico.


Desde el principio mi padre quedó fascinado con este recién llegado encantador personaje, y enseguida le invitó a que viviera con nuestra familia.


El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros.


Mientras yo crecía nunca pregunté su lugar en mi familia,


en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial.


Mis padres eran instructores complementarios: mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer. Pero el extraño era nuestro narrador...


Nos mantenía hechizados por horas al extremo con aventuras, misterios y comedias.


Si yo quería saber cualquier cosa de política, historia o ciencia, siempre sabía las contestaciones sobre el pasado.


¡Conocía del presente y hasta podía predecir el futuro!


Llevó a mi familia al primer juego de de las ligas mayores de béisbol. Me hacia reír, y me hacia llorar.


El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.


A veces mi mamá se levantaba temprano y callada mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que el extraño tenía que decir, pero ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad.


Ahora me pregunto si ella habría rezado alguna vez para que el extraño se fuera de nuestra casa.




Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado a honrarlas. Las blasfemias, por ejemplo, no fueron permitidas en nuestra casa ni en la de nuestros amigos o de cualesquiera visitantes. Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo lograba pronunciar las palabras ésas que quemaban mis oídos e hicieron que mi papá se retorciera y mi madre se ruborizara.


Mi papá nunca nos dio permiso para usar alcohol de manera liberal, pero el extraño nos animó a intentarlo sobre una base regular.


Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas.


Hablaba libremente (demasiado) sobre sexo y sus comentarios eran a veces evidentes, a veces sugestivos,


y generalmente vergonzosos.


Mil y una veces nos hizo ver que matar es algo natural


y hasta correcto, si está inspirado en una buena causa.


Ahora sé que mis conceptos sobre las relaciones humanas fueron influenciados, fuertemente durante mi adolescencia, por el extraño.


Repetidas veces lo reprendieron y raramente le hizo caso a los valores de mis padres y NUNCA le pidieron que se fuera.


Más de cincuenta años han pasado desde que el extraño se mudó con nuestra familia. Desde entonces ha cambiado mucho y ya no es casi tan fascinante como era al principio.


No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando a alguien para que escuchara sus charlas


y para verlo dibujar sus cuadros.


¿Su nombre?





¡Nosotros lo llamamos televisor!




¡AHORA EL EXTRAÑO TIENE UNA ESPOSA, QUE SE LLAMA COMPUTADORA Y UN HIJO QUE SE LLAMA CELULAR!




Desconozco el autor